Con caras largas y algunas lágrimas, el comando de Alejandro Guillier enfrentó una derrota que fue catalogada como “dura”, por el propio senador independiente. Mientras los bocinazos de celebración de los partidarios de Sebastián Piñera retumbaban al interior del hotel San Francisco, los seguidores de Guillier asimilaban el contundente triunfo de abanderado de Chile Vamos.
Ninguno de los escenarios vaticinó la ventaja a favor del actual presidente electo. Se esperaba una lucha voto a voto, pero los primeros resultados dados por el Servel, revelaron la diferencia de casi 10 puntos a favor de Piñera, haciendo decaer el ánimo de quienes asistían al lugar.
Si bien en un principio el optimismo reinaba en el ambiente, el panorama cambió a eso de las 18:30 horas, cuando la tendencia comenzaba a favorecer al empresario y los rostros de la diputada Karol Cariola y Álvaro Elizalde reflejaban preocupación.
Alrededor de las 18:50 horas, un silencioso comando ya asumía la derrota en las urnas. La senadora y ex timonel del socialismo, Isabel Allende, ya calificaba la distancia de Piñera como “irremontable”, agregando que “la segunda vuelta se trabajó lo mejor que se pudo”.
Por su parte, el ex vocero de gobierno, Marcelo Díaz, se aventuró a señalar la tesis de que habían sufragado en esta segunda vuelta “unas 100 mil personas menos” que en noviembre y que “no habían sido capaces de convencer al electorado de Beatriz Sánchez”.
Sin embargo, los números revelaron que en el balotaje participaron unas 323.000 personas más que el 17 de noviembre y que la votación obtenida por Guillier había crecido en 1.658.775 preferencias en comparación de la primera vuelta.
A eso de las 19:30 horas, visiblemente afectado, Alejandro Guillier salió a reconocer el triunfo de su rival. Acompañado por su esposa, Cristina Farga, su familia y miembros del comando, Guillier se abría paso entre los aplausos de sus partidarios y el llanto de la ex ministra de Salud, Helia Molina y el ex coordinador territorial Arturo Barrios, para dar su última declaración como candidato.
Tras terminar su discurso, en que calificó de “dura la derrota” y llamo al “progresismo a rearticularse como oposición”, Guillier se retiró en compañía de su familia sin recibir preguntas, mientras en la calle los automovilistas celebraban la victoria de Piñera y los invitados, en su mayoría militantes de base del oficialismo, se retiraban en completo silencio.