Aterrizando en Cartagena de Indias, lo primero que te dicen, es que no te puedes perder pasar unos días por Barú. Una isla que, en estricto rigor, no lo es fielmente. Las construcciones de unos puentes la unieron a la “tierra firme” de la Colombia continental, y hoy se puede acceder incluso en taxi, desde el mismo aeropuerto de Cartagena (el costo es de unos 100 mil pesos colombianos aproximadamente). Pero lo romántico, lo entrega el mar, y desde un muelle, una lancha se abre paso por ese inmenso océano que conforme avanza comienza a dibujar la obra casi perfecta llamada Barú. Un trayecto que, además de ser más barato para llegar a este lugar, ofrece una vista mucho mejor. Así, una vez arribado, se va divisando lo que en las postales parece algo irreal. Calor profundo, coludido con la playa que abre sus puertas para el bañista que busca dejar el estrés en el pasado. Agua tibia, ambulantes ofreciendo cosas (muchos insistentes, sobre todo las masajistas y los que venden ostras), y arena blanca en la falda del atlántico.
Las construcciones, que incluye casi todas las hostales de ahí, están hechas casi artesanalmente (salvo los hoteles con el sistema all inclusive, que también existen). El toque rústico entrega una mística que gusta. Más si pensamos que en esta isla, no existe ni el agua potable ni la luz eléctrica. La primera deben traerla desde Cartagena, por lo que se raciona para que alcance durante el día, y sobre la segunda, cada hostel cuenta con generadores que usualmente se activan en la noche para cargar teléfonos u otras necesidades.
Cuando el sol ya desaparece y la oscuridad se apodera de la playa, ocurre un fenómeno que es increíble: el Plankton. Se trata de millones de microorganismos que flotan en el agua, y que al agitarla, van dejando una estela de luz a su alrededor. Una postal que en la noche es de otro mundo. Un mar que se ilumina conforme vas haciendo mover el agua. Hay tours incluso donde te llevan mar adentro para que este fenómeno se perciba aun más claro.
Ya durante el día, intenta visitar las Islas del Rosario (ahí mismo en la playa empresas ofrecen el viaje). Son un conjunto de tierras flotando en el mar, que pertenecen, principalmente, a cantantes famosos o gente con mucho dinero. Carlos Vives es dueño de una de ellas, también lo era Pablo Escobar, otrora mayor narcotraficante del mundo. A diferencia de otrso países, en Colombia sí existen las islas privadas. El paseo, vale la pena y mucho.
Con todo lo anterior, no dudes en considerar este lugar en la lista de los que algún día debes visitar.
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