Columna de Opinión

La Batalla de Chile ¿lecciones aprendidas?

16 Septiembre 2021  13:00

Jorge Coloma A.

Cientista Social; Dr. en Filosofía

El documental de Patricio Guzmán ha provocado una confrontación de opiniones propias de un Chile en proceso de cambios. La Batalla de Chile reedita en sus espectadoresformas de apreciar la vida en sociedad que, en forma similar,reflejan el abanico de intereses nacionales que están presentes en torno a la Convención Constituyente. Son otros los tiempos, las personas, es otra la correlación de fuerzas, otro el contenido, pero el abanico de posiciones refleja una tendencia general propia de situaciones de cambio societal. Ayer se trataba de instalar un socialismo a la chilena; hoy de lograr una nueva constitución que revierta el sistema neoliberal instalado por la dictadura.

Entender la historia de entonces va más allá de un documental. Es necesario evaluar la complejidad de fuerzas que intervinieron en un proceso de cambio sistémico en donde se dieron falencias propias, desgraciadas divisiones internas que le hacían el juego a fuerzas conservadoras que utilizan cualquier medio para impedir el cambio. Como estos escenarios son complejos, es necesario descubrir cuál fue el motor del sistema que llevó a Chile a la tragedia política que se inició con el golpe de Estado del 73.

El motor golpista

Muchas personas comentan el documental, asombrados por la capacidad de expresión y análisis político que expresan los testimonios de los trabajadores en la industrias tomadas o intervenidas y en la calle. Sin embargo, es impactante la expresión de diferentes tendencias de izquierda y opositoras a la política oficial de la Unidad Popular. Esta confrontación creaba desconcierto, dividía a las fuerzas en su capacidad de captar a una ciudadanía que sufría las consecuencias de malos manejos administrativos, pero fundamentalmente del boicot programado por los conservadores y suacaparamiento de productos, de las consiguientes colas para adquirir alimentos básicos y de la incertidumbre que provocaban los atentados, las confrontaciones entre bandos y otras condiciones de un ambiente en crisis.

Hubo factores propios y críticos pero que no impidieron el crecimiento electoral de la Unidad Popular. Las fuerzas desestabilizadoras aunadas en el CODE (Confederación Democrática, alianza de la derecha con la DC) no lograron los 2/3 necesarios en el Senado para destituir al presidente Salvador Allende. Por ello y por el resultado de la elección de diputados y senadores de marzo 1973, con un 44,3 % para la UP y un 55,7 % para el CODE, ya desde la Naval se inició el plan golpista a más corto plazo. Para ello servían los conflictos internos que contribuían a la incertidumbre y a la búsqueda de nuevas salidas políticas. Allende la inició con el Cardenal Raúl Silva Henríquez. Los dados estaban echados, incluso ya antes de la crisis. Los errores propios contribuían a la desestabilización de la Unidad Popular, eran un factor de significancia, pero no el motor del golpe.

Hay una historia trágica en América Latina, de la cual Chile no podía ser una excepción. Las fuerzas oligárquicasinternacionales y nacionales no aceptaban decisiones ciudadanas cuando se veían (como hoy) afectados sus intereses económicos, sociales e ideológicos. Los procesos democráticos tienen una autonomía relativa, están condicionados. Las experiencias de América Latina demostraban que el poder fáctico no aceptaba la presencia de gobiernos que aspiraban a profundizar procesos participativos populares transformadores de la injusticia estructural dominantes en la región. La hegemonía de estrategias internacionales, apoyadas en fuerzas conservadores nacionales, se expresaba en golpes de estado en contra de legítimos gobiernos democráticos. Así cayeron -por ejemplo- los gobiernos de Jacobo Árbenz y Joao Goulart. En el caso de Chile, ya antes del Gobierno de Salvador Allende, estas alianzas desarrollaron estrategias y acciones opuestas a la democracia existente. En esta historia y en la anterior a la Unidad Popular ya hubo intentos de golpes militares, incluso aunque no se tratara de un cambio socialista. Así lo expresó el Tacnazo de Viaux durante el gobierno demócrata cristiano de Frei Montalva.

Los antecedentes de estas asonadas se encontraban en el sistema y su motor era alimentado por la tradición golpista latinoamericana que se hacía ahora realidad en Chile a través de estrategias foráneas, como la que en estos días se descubre sobre los servicios de inteligencia australianos que también colaboraron con la CIA. Ya antes de asumir la presidencia de Allende se desarrollaba la estrategia de su desestabilización. Los “Documentos Secretos de la ITT” (marzo del 72) también comprueban la existencia de la estrategia golpista. Los documentos establecían que había que “impedir que Salvador Allende sea presidente de Chile”; “provocar el caos económico y político en Chile”; y dar “el golpe de Estado”. El asesinato del General René Schneider (octubre del 70) estaba dentro de este contexto.

¿Lecciones aprendidas?

Si estas hipótesis son certeras, ¿qué hemos aprendido de la historia? Esos deben ser parte de la discusión por el cambio constitucional. Lo fundamental es ponerse de acuerdo entre todas las fuerzas que están por el cambio del sistema imperante, sobre los contenidos mínimos que debe tener la nueva Constitución; subordinar posiciones partidarias y personales a las del bien común, donde la unidad se construya sobre intereses mutuos que se expresen en contenidos que contribuyan a legitimar cada vez más la Convención, como requisito para aprobar sus resultados en el plebiscito de salida. Las maquinaciones propias del rechazo, tratando de carcomer la Constituyente, sólo pueden ser superadas con la información, la comprensión y el apoyo activo de la ciudadanía para lograr el 80% que nos dejó como herencia la votación por el apruebo.

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